
La figura de Ramon Llull, entre la leyenda y la realidad
Religioso, teólogo, filósofo… ¿alquimista? Entre la realidad y la leyenda la figura de Ramon Llull no ha recibido la pátina de “marketing moderno” que disfrutan autores como Shakespeare en Inglaterra o Dante en Italia.
Llull fue uno de los autores cristianos más decisivos en la Edad Media europea. Su obra era novedosa, sus proyectos increíbles y, además, fue uno de los primeros en insistir que el conocimiento se tenía que transmitir en el lenguaje del pueblo, abandonando el latín que sólo una pequeña élite comprendía.
Llull nació en Mallorca, hijo de un burgués catalán que había decidido establecerse en la isla. Durante su juventud disfrutó de la vida ociosa de la corte, de sus fiestas, lujos y vicios, pero un día tuvo una visión de Jesús crucificado y cambió de vida radicalmente.
Leyendas sobre Ramon Llull
Las leyendas hablan de este genio medieval, considerado un gran mago por muchos, y que incluso aparece en uno de los cromos de las Ranas Saltadoras de Harry Potter.
En realidad, no era mago, pero la leyenda del alquimista se labró durante el medievo. Se dice de él que era experto en cábala, cartografía y navegación, y que confeccionaba perfumes y drogas. Y con un rumor bastaba para crear magia alrededor de la figura de Ramon Llull.
Como buen alquimista, además, se rumoreaba que Llull había conseguido crear el elixir de la vida eterna, pero como su amada tenía una enfermedad incurable y no había querido tomar la poción, murió dejándolo solo y con muchísimos años de vida por delante.
El supuesto alquimista no se tomó bien la muerte de la mujer, así que decidió viajar -y evangelizar- por el mundo conocido. Muchísimo tiempo después, demasiado para la esperanza de vida de la época medieval, conseguiría morir en una plaza en Túnez, linchado por los asistentes mientras predicaba el evangelio.
Muy relacionada con esta leyenda hay parte de verdad. Cuando Ramon Llull recibió su iluminación, decidió retirarse al monasterio de Randa. Por aquel entonces ya era un hombre maduro para la época, pues contaba con 30 años. Sin embargo, le dio tiempo a pasar una buena temporada como ermitaño en una cueva, y luego recorrer el mundo, hechos que alimentaron aún más la imaginación popular.
Últimamente uno de los últimos inventos de Llull, ha hecho que matemáticos e informáticos lo reivindiquen como pionero de la inteligencia artificial. En realidad, fue el inventor del Ars Combinatoria, una máquina para almacenar memoria que, él esperaba, acabara pensando por sí misma.
El artefacto en cuestión tenía un lenguaje propio, con un alfabeto de nueve letras (BCDEFGHIK) y diez rollos de pergamino a la derecha para las preguntas, y otros diez a la izquierda para las respuestas. Una estructura que recuerda a los primeros disquetes de ordenador.
La realidad, mezclada con el mito
La realidad es que Ramon Llull fue un visionario de su época, entendido en muchas disciplinas, precursor de la lengua y gramática catalana, filósofo, escritor… Tras su retiro voluntario decidió que su misión era predicar el evangelio, y a esa tarea se entregó con entusiasmo, viajando por todo el mundo conocido.
Escribió más de 250 obras sobre ciencia, artes liberales, textos novelescos y poéticos y teología, y le interesaba muchísimo el funcionamiento de la lógica y del pensamiento.
Lejos de su aparición en la saga del niño mago, de su fama como alquimista, de su corazón roto de amor y de su genial faceta de inventor, que muchos comparan con Leonardo da Vinci, o a la inversa, vale la pena pararse ante la estatua de Llull, al inicio de Paseo Sagrera de Palma, y descubrir un poco más sobre ese hombre barbudo que parece predicar, o estar a punto de empezar a escribir, desde la altura.