
Descubriendo Puigpunyent
Pinos, robles, almendros y algarrobos abrazan con calidez a este pequeño pueblo con vistas a la Serra de Tramuntana y al mar mediterráneo.
De ‘Podinum pungentem’, del latín montaña afilada, proviene su nombre, elegante y carismático: Puigpunyent. Tan extrañamente complejo como hipnótico para visitantes. Un nombre que está a la altura de sus calles, sus campos y sus múltiples encantos. De las imponentes vistas que se alzan con majestuosidad sobre el mar y de la solemnidad de su reserva natural, uno de los tesoros más preciados de Mallorca.
A menos de 20 kilómetros de Palma descubrimos, como si en realidad estuviera a años luz del mundanal ruido de la ciudad, un pueblo donde parece que las manecillas del reloj tienen una cadencia propia. Más calmada, sin mucha prisa y sí con bastante calma, calma de la que permite apreciar los pequeños detalles y, demás, saborearlos.
Es un pueblo que sabe a paz y a tranquilidad, a naturaleza y a paraíso, a viñedos y a tradición.
Sus habitantes, que cuidan la tierra con mimo y esmero, cultivan una gran cantidad de uvas y nos permiten disfrutar de mejores vinos.
El Puig de Galatzó es uno de los puntos con más encanto de Mallorca, una reserva natural en la montaña donde disfrutar de cerca de distintos tipos de aves, enormes bosques y piscinas naturales.
Además, como si su belleza no fuera suficiente razón para enamorarnos, durante el mes de agosto, Puigpunyent suena.
Su famoso ‘Festival de música’, que se celebra a mediados de agosto, consigue que sus pequeñas calles se llenen de notas, melodías y ritmos. La música tradicional y también la clásica, las guitarras acústicas y los pianos clásicos amenizan los días de este maravilloso pueblo.
Una excusa perfecta para descubrir una de las joyas mallorquinas más preciadas.
Un pueblo desconocido que esconde su encanto en cada rincón.