
Descubriendo Sóller
El valle del oro.
Así llaman a ese valle de naranjas que te acompaña en el descenso hasta llegar a uno de los pueblos más bonitos de Mallorca: Sóller. Un pueblo con olor a cítricos, a mar y a modernismo que podemos recorrer a lomos de un tren hecho de madera, magia y tradición.
Sóller es una parada obligatoria para todo aquel que quiera descubrir de qué está hecho el corazón de Mallorca.
Situado en el noroeste de la isla es un pueblo diferente. Sus (maravillosas) diferencias van desde su acento, que baila entre ues de boca en boca, hasta sus tradiciones basadas en mujeres valientes y piratas sarracenos.
Durante el siglo XIX su puerto se convirtió en una ventana al mundo. Desde allí muchos sollerics emigraron a Francia y, a su vuelta, más curtido y más ricos, invirtieron sus ganancias levantar algunos de los edificios modernistas más emblemáticos del pueblo.
Desde los años 90, un túnel que bucea en la Sierra de Alfabia hace que llegar al pueblo sea más fácil que hace treinta años, cuando las curvas (casi) imposibles del Coll de Sóller eran la principal alternativa.
Sin embargo, para los que prefieren olvidarse del coche, existe una opción mucho más especial: el tren de Sóller.
Un antiguo ferrocarril de madera que conecta el corazón de Sóller con la Plaza de España de Palma y que fue inaugurado en 1912. 28 kilómetros, 13 túneles y algunos de los paisajes más bonitos que ofrece la isla se convertirán en una experiencia única para locales y visitantes.
El ferrocarril, un precioso tranvía, la emblemática plaza de la Constitución, el Jardín Botánico, un edificio Art Nouveau llamado Can Prunera, la gastronomía entre naranjas, olivos y gambas, el Firó, su mercadillo, las habaneras que suenan en las noches de verano desde la playa de Es Repic y, sobre todo, su gente.
Sóller es un pueblo que atrapa e hipnotiza todos y cada uno de los días del año.